Biografía: Francisco DE LAS BARRAS Y DE ARAGÓN. Los últimos escritores de Indias.
Boletín Real Sociedad Geográfica Española 1949;85(7-9): pág. 404-410
SÁNCHEZ Y SÁNCHEZ (D. DOMINGO): Nació el 1º de noviembre de 1860 en Fuenteguinaldo (Salamanca). Existe retrato en el Museo Etnológico Nacional. También aparecieron retratos en Bibliografía Médica Quirúrgica (10 de mayo de 1930); ABC (26 de marzo de 1944; Blanco y Negro (27 de septiembre de 1920); Unión Patriótica (1 de noviembre de 1928), y otras varias.
En su poder, y por tanto, de su familia, había un busto-retrato. Procede de familia de modestos labradores y pasó en las faenas del campo sus primeros años, empezando a estudiar a los quince años de edad, bajo la dirección del párroco del pueblo, D. José Rodón Morante, pasando luego, al morir éste, al Seminario de Salamanca (en otros documentos pone de Ciudad Rodrigo). Era buen estudiante, pero sin vocación para el sacerdocio y con genio poco sumiso. Según le oímos contar, su salida del Seminario se realizó bajando la escalera rodando, peleándose con un compañero, y disponiendo el Rector, al ver lo ocurrido, que siguieran para la calle.
Incorporados los estudios del Seminario a los del Bachillerato, continuó el grado en el Instituto de Salamanca y poco después en el de Ávila, donde se graduó en junio de 1881, obteniendo el título por oposición como premio extraordinario.
En Madrid cursó la carrera de Ciencias Naturales, que terminó en junio de 1885.
Filipinas. —En mayo de ese mismo año había sido nombrado Auxiliar zoológico de la Comisión de la Flora de Filipinas, organismo afecto a la Inspección General de Montes de aquel archipiélago. Aceptó el nombramiento a condición de que le dieran prórroga para terminar la carrera, y habiéndosela concedido y terminado, embarcó en Barcelona en 1º de agosto de dicho año de 1885. En febrero de 1886 quedó cesante por supresión de la plaza, pero cuando se disponía a regresar a la Península fue nombrado para recolectar, ordenar y clasificar los objetos destinados a la Exposición General de Filipinas que había de celebrarse en 1887. Encargad en especial de las colecciones zoológicas, vino a la Península y estuvo dedicado a su instalación y catalogación mientras duró aquel certamen, habiendo sido agraciado con la Encomienda de número de Isabel la Católica, libre de gastos, por estos trabajos.
En este tiempo de su residencia en Madrid aprobó las asignaturas del Doctorado en Ciencias Naturales.
En el mismo año de 1887 se creó una plaza de Colector zoológico en la Inspección de Montes de Filipinas, dándosele posesión de R. O. en Madrid hasta que se terminó la Exposición, y quedaron los objetos instalados en el Museo Biblioteca de Ultramar, que acababa de crearse.
Entonces regresó a Filipinas al desempeño de su cargo, llevando además la comisión oficial de entregar los premios adjudicados a los expositores residentes en aquel archipiélago.
No tenemos datos de sus excursiones en la primera etapa de su residencia en Filipinas. De esta segunda podemos dar algunos interesantes detalles, proporcionados por él mismo.
Su primera excursión fue a la provincia de Bataan, permaneciendo más de ocho días en una ranchería de negritos en la falda oriental de la montaña de Mariveles. A pesar de la mala fama que se daba a estos naturales, recibió de ellos todas las deferencias y consideraciones de que eran capaces, lo cual le permitió tomar muchos datos sobre sus usos, costumbres, creencias, etc.
Esta excursión fue interrumpida por la orden de regresar a Manila con urgencia para estudiar una plaga que amenazaba destruir los cafetales. El resultado del estudio fue su Memoria sobre un insecto enemigo de los cafetos, que se publicó; luego fue premiado en la Exposición Provincial de Batangas de 1891. Por entonces tuvo lugar un ataque de viruelas hemorrágicas, de que llegaron a darlo por muerto.
Una vez restablecido realizó una excursión a las islas de Paragua y Balabac, visitando varios destacamentos, misiones y rancherías. En una de éstas, situada cerca de Puerto Princesa (capital de la isla de Paragua, donde permaneció varios días cazando), con objeto de obtener material antropológico, logró sustraer del cementerio cráneos, esqueletos y sarcófagos enteros, hecho que, como es natural, debió excitar el odio de aquellos indígenas.
Él lo realizó con gran sigilo, pero debió ser notado, porque a la noche siguiente fue incendiada la choza donde se albergaba, esperando que estuviera durmiendo, pero él, oportunamente, se había marchado con sus servidores.
En una de sus excursiones en la isla de Mindoro, hecha para cazar tamaraos (búfalos salvajes muy feroces, exclusivos de aquella isla), encontró a dos naturalistas norteamericanos, que se mostraron muy sorprendidos y le dijeron que era la primera vez que llegaba adonde ellos estaban cazando un naturalista español. Él les contestó que algunas veces los españoles llegan hasta donde llegan los extranjeros. Pocos días después, en Calapán, capital de la isla, los volvió a ver, y les expuso su propósito de ir a cazar tamaraos a un lugar muy poco explorado al Sur de la isla. Ellos le dijeron que era irrealizable por los peligros de la navegación que tenía que hacer y de las gentes del país. Él se lanzó a la excursión, y al regresar les dijo que los españoles van a todas partes. Durante esta excursión corrió en Calapán la noticia de que había sido asesinado un español en uno de los lugares por donde tenía que pasar, y el párroco de Calapán aplicó la misa por su alma varios días. Su regreso causó una gran sorpresa y pudo referir que mientras lo creían víctima de los bandidos había estado en los bosques del interior durante catorce días, acompañado de seis individuos de una de las cuadrillas de bandoleros, con los que vivió en la mejor armonía.
En otra excursión visitó varias rancherías de igorrotes de las montañas del Norte de Luzón, en una de las cuales, la de Balili, situada en la falda oriental del monte Datá, cuyos habitantes tienen fama de feroces, logró que ellos mismos le mostraran sus depósitos de cadáveres, que no enterraban. Él logró recoger ocho cráneos, y para evitar la venganza si se apercibían, con un fútil pretexto se marchó rápidamente.
En sus correrías por el archipiélago durante los catorce años que permaneció allí logró reunir ricas colecciones de todos los grupos zoológicos, en las que figuraban la mayoría de las especies de vertebrados y muchas de otros grupos zoológicos. Entre ellos, acaso ninguna tan interesante como la de los tamaraos a que ya hemos aludido; también algunos galeopíteros y una serpiente pitón de más de ocho metros de larga. Parte de las colecciones vinieron a los Museos de Ciencias Naturales y de Antropología de Madrid; pero la mayor parte tuvo un fin lamentable.
Una de las obras más importante de Sánchez en Filipinas fue la formación de un Museo de Historia Natural, y éste, en la noche del 26 de septiembre de 1897, estando ya sitiada la ciudad, fue destruido por un incendio, no salvándose nada.
En 1896 vino a la Península con licencia, y aprovechó para presentar en la Universidad de Madrid su Memoria de doctorado, titulada Los mamíferos de Filipinas, que obtuvo nota de sobresaliente y se publicó en los Anales de la Sociedad Española de Historia Natural, en los años 1898 y 1900. También se casó.
Durante muchos años fue Vocal naturalista de la Junta Provincial de Pesca de Manila y profesor de la Escuela de Artes y Oficios de la misma ciudad. También en 1894, para dar mayor solidez a sus estudios antropológicos, se matriculó en Anatomía en la Facultad de Medicina de Manila, pero esto despertó su afición y empezó a seguir la carrera de Medicina, de la que tenía tres cursos aprobados y estudiaba el cuarto al perderse las Filipinas.
En diciembre de 1896 regresó a Filipinas con la familia, cuando ya se había desencadenado la última insurrección. Durante ella se incorporó al Ejército, siendo primero Sargento y luego Teniente en la Guerrilla de San Miguel, formada en Manila con personal adscrito a la Dirección de Administración Civil. Ocurrida la pérdida de las colonias se repatrió con los demás elementos oficiales, embarcando en Manila el 17 de enero de 1898 y desembarcando en Barcelona el 13 de febrero del mismo año.
En la Península. —Apenas llegado a España y dejando la familia en su pueblo, se trasladó a Madrid, y en mayo del año siguiente de 1899 obtuvo por oposición la plaza de Ayudante del Museo de Ciencias Naturales.
Por entonces estaba vacante la Cátedra de Organografía y Fisiología animal de la Facultad de Ciencias, y con objeto de hacer una concienzuda preparación, se aproximó al eminente Cajal, quien lo autorizó a trabajar en su laboratorio. No sospechaba Sánchez que con esto iniciaba la etapa más importante de su vida científica.
El 2 de julio de 1900 se licenció en Medicina. En el curso de 1900 a 1901 aprobó las asignaturas del doctorado en Medicina, y en 1902 fue nombrado Auxiliar honorario del laboratorio de Fisiología de la Facultad de Medicina; pero Cajal, que había descubierto en él condiciones excepcionales para la técnica micrográfica, le dio un puesto en su laboratorio de investigaciones biológicas, para que, según le dijo “pudiera trabajar con más holgura y comodidad”.
En tanto, había hecho las oposiciones a la Cátedra de Organografía y Fisiología animal, que no obtuvo. Suponemos que el tribunal creyó obrar en justicia.
En junio del mismo año de 1902, presentó su tesis doctoral en Medicina, con el título Concepto fundamental de las menstruaciones, que obtuvo nota de sobresaliente y fue publicada en La Correspondencia Médica, en los años 1904-1905.
En el mismo año de 1902 fue nombrado Conservador del Museo de Ciencias Naturales, con lo cual pasó a ser también Auxiliar de la Facultad de Ciencias, siendo destinado a las Cátedras de Zoografía, Psicología Experimental y Antropología, como Conservador, cargo que desempeñó hasta su jubilación. En el Museo, que, al constituirse como tal, recibió las colecciones del suprimido Museo de Ultramar, realizó Sánchez una obra meritísima e insustituible, instalando en el local del que fue Museo Velasco aquellas colecciones que él había formado años antes y que nadie más que él podía clasificar y ordenar, llenando las deficiencias de las muchas etiquetas que se habían perdido. En el Museo siguió prestando sus servicios hasta su jubilación en 1931.
En 1905, como profesor repatriado, fue nombrado profesor numerario de la Escuela Superior de Artes y Oficios de Madrid, y reformas sucesivas lo llevaron al grupo llamado Escuela Industrial, llamada luego Escuela Superior del Trabajo, en la que continuó hasta su jubilación en 1931.
Al reorganizar Cajal su Laboratorio de Investigaciones biológicas le honró nombrándole en enero de 1907 ayudante dibujante de dicho centro, en cuyo cargo pasó al Instituto Cajal en 1º de abril de 1920, y en él continuó hasta su muerte en 1947, porque el sabio maestro, considerando indispensables sus servicios, obtuvo una orden ministerial, dictada mediante acuerdo del Consejo de Ministros en 18 de mayo de 1931, para que no fuera jubilado, a pesar de tener la edad. Su misión principal en el establecimiento ha sido y es la Neurología de los invertebrados.
Al fallecimiento de Cajal pasó a ocupar la plaza de Ayudante primero y Subdirector, y últimamente, al crearse el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, fue nombrado profesor adjunto del Instituto “Santiago Ramón y Cajal”, dependiente del Patronato del mismo nombre y encargado de los mismos estudios.
Últimamente, en 1944, recibió diferentes y justísimas distinciones honoríficas y homenajes haciendo justicia a sus méritos.
Como vemos, la vida de Sánchez tiene dos etapas: La primera, de naturalista, explorador y colector en Filipinas, que culminó en la Exposición de Filipinas y en el Museo que ardió en Manila, y que no desmerece en nada de Juan Cuéllar, enviado en el siglo XVIII, único que en aquel siglo fue nombrado, así como Sánchez fue el único del siglo XIX.
La segunda etapa corresponde fundamentalmente a las investigaciones histológicas, en que inventó nuevos métodos técnicos e hozo verdaderos descubrimientos, siendo uno de los discípulos más aventajados de Cajal y el que más se identificó con el espíritu y la personalidad del maestro. Aquí culmina la segunda etapa de su vida.
No hay que olvidar, sin embargo, que, como naturalista, en general, y como antropólogo, en particular, ocupó siempre un lugar muy distinguido.
Murió en Madrid el 4 de enero de 1947, en el piso principal de la casa número 98 de la calle de Atocha, donde vivía con su familia desde que llegó repatriado de filipinas en 1898.
Si tratamos de las publicaciones de D. Domingo Sánchez nos encontramos con un número reducido referente a Filipinas y un número muy grande de los trabajos hechos en el Laboratorio de Investigaciones biológicas (Instituto Cajal). En las publicaciones de este centro está la gran labor de investigación científica referente al sistema nervioso, que realizó durante la mayor parte de su vida. De ella no hemos de decir nada, por estar fuera de nuestro onjeto. De lo referente a Filipinas, tenemos:
“Memoria sobre un insecto enemigo de los cafetos” (con dos láminas). —Manila, 1890.
“Los mamíferos de Filipinas”. Tesis para aspirar al grado de Doctor en Ciencias Naturales. —Anales de la Sociedad Española de Historia Natural, t. XXVII (1898) y XXIX (1900).
“Un cráneo humano prehistórico de Manila (Filipinas)” (con cuatro láminas). —Memorias de la Real Sociedad Española de Historia Natural, t. IX; Memoria 5ª; 1921.